No puedo negar mis (muchas) obsesiones, pero creo haber llegado a un punto donde he decidido que menos cosas me preocupen, y más cosas me diviertan. Especialmente en cosas tan banales como el físico. Así que, arrugas y flacideces, no les tengo miedo. Canas, las espero con ansias para pintarlas rosas, azules, o el color del que tenga ánimos en ese momento.
Al día de hoy me siento lo más fuerte y sana de lo que me he sentido, y quiero seguir sintiéndome así siempre, aunque sea en veinte, treinta o cuarenta años.
Vivimos en un mundo donde se le ha dado demasiada importancia a la apariencia física. Nos han (o nos hemos) impuesto modelos de belleza irreales, arreglados con cirugía, maquillaje y fotochop (para no tener problemas legales). Sigamos nuestros propios modelos, donde demos mayor importancia a cosas que realmente valgan la pena, que dejen huella, que tengan trascendencia.
Hace tiempo pedí ayuda para un proyecto, quería que me enviaran fotos y me dijeran cosas que les gustaría cambiar, para yo dibujarlos con esos cambios. Mi idea era llegar al punto que hoy comparto. Pero la mayoría pedía cambios chistosos, así que se perdía el punto y ya no seguí con el proyecto. Aunque me dio mucho gusto que no me hayan pedido una nariz respingada, o piernas más largas, o menos cachetes (nada que yo haya querido alguna vez...).
Treinta y tres. Ya me parecen muchos, pero realmente espero no estar ni en la mitad de la vida.
No comments:
Post a Comment